Leí una noticia. Un pasajero mató de un balazo a un hombre que se subió a asaltar el camión en el que se encontraba. En los comentarios
de la nota la gente lo aplaude, lo llama héroe: "todos deberían hacer lo
mismo, dicen, todas las ratas deben morir". Y así, con ese trueque léxico,
se perdona todo. El muerto no es un hombre, sino un animal despreciable. Deja
de ser una persona con familia, con pasado, parte de nuestra sociedad nos guste
o no. Así de fácil y a través de una pantalla, los comentaristas de la nota se
regocijan en la sangre de aquél que estaba condenado a muerte: porque en México
está condenado a morir de plomo el que se niega a morir de hambre, porque en
México nacimos en el patíbulo. Cuando no somos el público que vocifera y clama por
la vida del otro, somos el que está
con la nuca saludando al verdugo.
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